un arroyo


Un arroyo es una metáfora de la vida; de tu vida, de mi vida, de la vida de todos. No estás aquí de repente, no estás aquí ac­cidentalmente. Has estado aquí desde siempre. Tu arroyo ha es­tado fluyendo, desde la eternidad, fluyendo desde las lejanas montañas que has olvidado completamente, desde un origen..., del que ya no tienes ni una idea.
Y has estado, «después de atravesar todo tipo de paisajes»: has sido una roca, has sido un árbol, has sido un pájaro, has sido un animal, ¡has sido todo! Has ido a través de todo tipo de experiencias. Has pasado por muchos, muchos paisajes. Has ido a través de todas las variedades, de todas las posibili­dades; la vida te va enriqueciendo de esta manera.
Pero lo sigues olvidando. Es demasiado, no se puede con­tener. Las preocupaciones diarias son demasiadas; ocupa de­masiado espacio en tu consciencia para que no puedas recor­dar. Has olvidado la mayor parte de tus experiencias porque tienes una atención muy, muy pequeña, y esa atención sólo puede contener una cierta cantidad. Todos los días tienes que olvidar casi el noventa y nueve por ciento de lo que has expe­rimentado: ese uno por ciento se almacena. Después de unos cuantos días ni siquiera ese uno por ciento se almacena total­mente, una parte desaparece. Después de unos años todo se borra, sólo permanecen los fragmentos esenciales.
Si aumenta tu atención serás capaz de contener más. Buda ha dicho que si tu mente es liberada de las preocupa­ciones diarias, podrás recordar tus vidas pasadas; es verdad. Si relajas la atención que dedicas a lo mundano, la luz co­menzará a iluminar el pasado. Buda recordó y habló sobre sus vidas pasadas, miles de vidas: de la vida en la que fue un elefante y de la vida en la que fue un árbol, y así sucesiva­mente. Y también son tus vidas.
Tú no estás aquí de repente, tienes una continuidad. Eres una continuidad. La consciencia es un arroyo.
En Occidente, William James fue el primero en utilizar es­tas palabras: "arroyo de consciencia". Debió de recogerlas de alguna fuente sufí, no hay otra posibilidad, porque los sufíes siempre han estado hablando del arroyo de la consciencia, el arroyo de la vida. Es un fenómeno que está fluyendo de modo permanente; está en movimiento, no es estático. Incluso cuando estás aquí no eres estático. Las cosas cambian mo­mento a momento: el cuerpo es una corriente, la mente es una corriente, tu ser es una corriente. Ni siquiera eres el mismo en dos momentos consecutivos. Por la mañana estabas muy fe­liz, muy confiado, por la tarde has empezado a dudar y des­confiar, y por la noche todo el mundo es escéptico, cínico y sarcástico. Por la mañana temprano todo el mundo parece de­voto e inocente. A lo largo del día, mientras vas siendo enga­ñado empujado y estirado de un lado y del otro, empiezas a perder tu inocencia.
Estás cambiando constantemente..., en movimiento. Y si tratas de seguir siendo el mismo crearás tu infelicidad, porque entonces estarás luchando en contra de tu propia vida. El mensaje fluye, déjate llevar. El mensaje es: no nades contra la corriente. El mensaje se va con la corriente; es tu vida. Y no tengas miedo, porque este arroyo ha estado fluyendo desde el pasado, durante siglos -no tienes que tener miedo-, y este arroyo seguirá fluyendo en el futuro también a través de los siglos. De una eternidad a otra eternidad.
Eres el tejido de este universo. No desaparecerás. Aunque desaparezcas muchas veces, permaneces; lo esencial perma­nece. Sólo lo no esencial vuelve a desaparecer, pero lo no esencial no eres tú.

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