Iluminación


La gente pasa permanentemente de un maestro a otro; esto es pasar de una es­peranza a otra. Acuden a un maestro con la es­peranza de lo que les dará a través de su gra­cia, de que por medio de su energía eso suce­derá. Entonces, lo intentan y esperan con la mente muy forzada, sin embargo una mente llena de esperanzas nunca puede estar relajada; ya que una mente llena de esperanzas nunca puede ser paciente. Y lue­go comienzan a sentirse incómodos porque eso no se produce. Entonces, este maestro no sirve: deben pasarse a otro. No es un pasaje de un maestro a otro; es un pasaje de una esperanza a otra. La gente se pasa de una religión a otra; se convierten por la esperanza. Puedes seguir haciendo lo mismo durante muchas, muchas vi­das. Has estado haciéndolo.
Ahora, intenta verlo. No es una cuestión de un maestro ni de un método correcto. Es una cuestión de discernimiento directo, de penetra­ción inmediata de lo que está sucediendo, de por qué tienes esperanzas y de por qué no pue­des no tenerlas. ¿Y qué has ganado con todas tus esperanzas? Observa. Cae por sí solo. Ni si­quiera es necesario que te desprendas de ello. Por eso digo que es fácil, aunque sé bien que es muy difícil. Es difícil para ti, pero, en sí, es fácil. El fenómeno es sencillo; tú eres difícil.
Y esto puede suceder en cualquier momento. Cuando di­go que esto puede suceder en cualquier momento, me refie­ro a que el fenómeno de la iluminación, del abandono del yo, no está causado por nada. No es necesaria causa alguna. No es el resultado de numerosas causas; no es un subproducto. Es un simple discernimiento. Puede ocurrirle a un pecador; puede no sucederle a un santo. Así que, en realidad, no hay condiciones necesarias. Si abandonas las esperanzas, si sientes que no hay nada que obtener ni que lograr, si llegas a ver que todo esto no es más que un juego absurdo,  sucede la iluminación. Las esperanzas están profundamente arraigadas en ti. Cualquier cosa que se dice, la transformas en una esperan­za. Eres una máquina de crear esperanzas, y esta máquina de crear esperanzas es el yo.
Entonces, ¿qué hacer? En realidad, no hay nada que hacer. Sólo necesitas tener los ojos más abiertos, la mirada más per­ceptiva, los ojos más penetrantes. Todo lo que se necesita es te­ner una mirada nueva de ti, de tu ser, de lo que has estado haciendo. Una mirada nueva.
Y te digo: en esa mirada nueva, en esa mirada ino­cente, el yo cae por sí solo, a su propio ritmo. Es el fenómeno más sencillo y, al mismo tiempo, el más difícil. Recuerda bien: no estoy creando en ti espe­ranza alguna…cbf
           

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