Para mi trabajar es delicioso!

Para mi trabajar es delicioso! El pensamiento común pensaría; ¿qué aburrida? pero mi exquisito pensamiento se deleita, goza y apasiona cuando se entrega a tan fino arte del saber trabajar en dos planos; espiritual y material.
El trabajo material o intelectual, aquel donde invierto energía física o mental lo he explorado y ejecutado a más no poder. Es tal la experiencia que no me cabe duda de la maestría que poseo para expresar que realmente conozco el “trabajo exterior” aquel que urge a la humanidad para proveerse de bienes materiales, aquel que urge para llegar a tiempo, aquel en el que un día estuve inmersa. Incursionar en el ámbito laboral me heredo grandes satisfacciones y abrumantes insatisfacciones. Me habilite a tal grado para generar resultados tangibles que me enorgullece saber que poseo múltiples habilidades sean intelectuales o materiales, habilidades que al día de hoy  se siguen incrementando, mi cerebro no para y cuando se detiene ya está pensando en un nuevo aprendizaje. Consiente estoy de este tipo de trabajo, tan consiente que empleo dichas habilidades para consolidar un nuevo estilo de trabajo; el trabajo espiritual
Lamentaría que tan bella vida que me fue entregada termine delatando desdicha en el rostro o mostrando insatisfacción porque el cuerpo solo supo hacer trabajo externo pero no supo hacer trabajo espiritual aquel que fortalece alma, espíritu y corazón. Habilito mi mente con la palabra trabajo, para trabajar espiritualmente, así no la obligo por el contrario me valgo lo que conoce para llevarla a la calma y permitirle al corazón hacer su trabajo espiritual en mi. El trabajo espiritual por ahora me mantiene ocupada, diría yo las veinticuatro horas del día. Mi trabajo espiritual inicio por allá de los ochenta cuando mi madre me llevaba a visitar santuarios milagrosos, era tal su devoción que ahora que lo recuerdo me empapaba de ella, de mi madre, entregándome total y fehacienteme a cada instante durante las visitas que hacíamos, así daba continuidad a un trabajo espiritual que había aprendido del exterior. Fue hacia el siglo veintiuno cuando mi vida laboral dio un giro abrumante, tan abrumante que gracias a ello inicie el verdadero trabajo espiritual, un trabajo que broto de las profundidades. Un trabajo que hasta el día de hoy continuo afinando segundo a segundo, incluso en este instante que escribo, escribo sintiendo cada letra cual oración que vierte la esencia del trabajo espiritual.
Hace tiempo deje de visitar templos descubrí que el único templo que me daba las respuestas para hacer un trabajo espiritual  profundo y real lo encontraba en mí. Descubrí que soy mi propio templo. Cuando lo supe no cabía de alegría pues por fin haría una sacrosanta limpieza espiritual. Y así lo hice y continúo. Llevo mucho tiempo trabajando espiritualmente y recién empiezo a mirar lo bien que luce el alma. Tiempo atrás aludía al alma pensando que la poseía, pero no tenía alma, mi alma se encontraba extraviada entre los intereses materiales, la ira, el egoísmo y  la rigidez obscuras cortinas que no dejaban al alma renacer, por ahí empezó mi trabajo espiritual. Me inicie a mirar que lo material al final es material, se disuelve, claro que es indispensable y merecedor para cualquier mortal, pero no justifica perder el alma a costas de bienes materiales.
Aludiré como ha sido mi trabajo espiritual…
La ira…mí amada ira que por fin he fusionado con la serenidad, mi bendita serenidad. Descubrí que la ira me pertenece y contrario a permitirle que me dañe o dañe a otros trabajé en ella religiosamente día a día, hora a hora, segundo a segundo dejándola entrar en mi corazón, recibiendo su lacerante efecto en mis células, permitiéndole destruir mis átomos y el solo hecho sentir el dolor que me causaba y lo irreparable del templo que se iba destruyendo fue entonces cuando me vi obligada a dejar entrar la serenidad para mirar a la ira haciendo destrozos en mente cuerpo y alma…destruyendo mi templo.
Es un trabajo que no ha sido fácil, mucho menos lo he logrado de la noche a la mañana, han debido sucederse más de una década para irla aceptando, para fusionarla con la serenidad. Descubrí que trabajar en ella me dejaba impregnada de energía pues cuando llega y la recibe la serenidad, contrario a explotar en el exterior ambas se fusionan generando una fuente de paz interior, un exquisito lago de energía que calma el alma. Descubrí la esencia de la ira y los beneficios que llega a crear cuando es recibida y aceptada por el corazón.
El egoísmo…ah!!! Eso sí que está  siendo titánico para mí, aun ahora sigo trabajando con él, el infame egoísmo que nos vuelve terrenales, delimita países, territorios, ciudades, estados, colonias, personas, almas y tan divinos espíritus. La bondad y el egoísmo son antagónicos, tan antagónicos que ambos tienen infinidad de trampas mortales, así que mi espíritu gradual, paciente y aguerridamente se pone a trabajar en ambos. Pues no es lo mismo dar una limosna para ser bondadoso con una persona, una persona que quizá con alevosía y ventaja se vale de todos los medios para estirar la mano y conseguir un bien material a brindar ayuda a una persona que con solo mirarla a los ojos uno quiere dar por dar. Odiaría ser bondadosa en tanto no purifique el corazón y odiaría más sentirme bondadosa cuando por dentro me corroe el egoísmo terrenal como el quererme apropiar de otras almas o disfrazar la mezquindad hacia la gente que me ama. Esto sí que es un verdadero trabajo espiritual que me está demandando total conciencia para aceptarlo y contrario a volcarme sobre ellos, mezquindad y egoísmo, para convertirme en bondadosa trabajo aceptándolos y mirándome lo fea que me veo. Trabajo en el dolor que produce el aceptar ser mezquina o egoísta. Desconozco si lo lograre pero los conozco a la perfección y eso ya es un verdadero logro para mi corazón la meta ahora es purificarlos. Inicie el camino de la limpieza, me inicie en un trabajo espiritual desde del momento que tome conciencia y no habrá retorno.
Trabajo en mi rigidez, aquella que uno equivoca porque piensa que ser rígido es como portarse bien y para nada. La rigidez solo es efecto de enseñanzas ancestrales almacenadas en mi cerebro provenientes de todos lados. Si nombrara a uno solo sería como ofender mi propio trabajo espiritual pues soy parte del todo. Soy rígida, tan rígida que aun ahora que lo escribo sé que me falta trabajar en ello para sentir la verdadera comprensión. El cómo lo haré, no lo sé…. pero sé que poseo la templanza para dar un salto de la severidad a la soltura, de la comprensión a la aceptación. La vida no está diseñada para darle dirección, la vida es un misterio lo se fehacientemente, tan fehacientemente que ahora que lo escribo permito al cerebro escribir irreverencias y al corazón explayar su sentir.
Para mi trabajar es delicioso, tan delicioso que me vuelve misteriosa, apasionada y entregada a mi templo. Ya le tocaba ser tocado por su propietaria y quien mejor que uno para hacerle una verdadera limpieza espiritual hasta dejar el alma irradiando de dicha.

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