Agobiada

A veces uno se siente agobiada, tan agobiada que quisiera desaparecer del planeta. Me ha sucedido y recordado aquellos días cuando terminaba exhausta y feliz por concluir faenas de todo tipo. Si  eso fue en el ayer hoy solo es un recuerdo. El agobio es capaz de enfermar mente y corazón y por supuesto que el cuerpo también es afectado. Ha sido el caminar entre gente y gente quien me permitió mirarme y sentir que se han evaporaron las huellas del agobio, al detallarlo mis dedos se impregnan de una bendita serenidad.
De niña me pedían hacer las cosas bien, rápido y sin distracción alguna, de hecho ahora que lo escribo aún recuerdo las voces dictando a mi cerebro “ya” aun antes de haber iniciado. Se lee cual lamento pero no, es la alegría exenta del agobio. Es un colosal descubrimiento que me ha tocado en cuestión de instantes por el solo hecho de caminar entre multitudes. Si me sucedió durante la juventud; correr como desesperada, ahora que casi toco la vejez me he detenido. Detuve mente, cuerpo y alma permitiendo al espíritu impregnarse  de vida, como bien dicen en mi pueblo; jamás es tarde para iniciar. La mente se ha tomado de la mano del corazón, ya no anda despavorida. El cuerpo se va regenerando de las dolencias propias de la edad. El alma abraza al espíritu como reencontrándose después de tantas y tantas vidas de extravió y a eso solo merece llamarsele; dios en mí. Solo dios fue capaz de lograr tal reconciliación de una vida depositada en esta tierra.
Me detuve y lo confirme al caminar entre multitudes, dejando mi corazón empapado de una sagrada paz. Deje de vivir en el agobio, vivo en serenidad, aquella serenidad que motiva al cerebro para generar ideas impregnadas de vida. Esa es mi razón de ser, ser mejor cada amanecer centrada en mis valiosas posesiones; alma, mente y cuerpo.
Sumergirme entre las benditas multitudes fue como una ofrenda de paz, como una reconciliación con el pasado, deje de ser una tonta caminando con prisas, nerviosismo e histeria y que bien se siente estar sanada. Lamentaría evadir los oleajes de vida para ocultarme en la obscuridad de los lamentos, gracias a ello soy diferente.
Recuperarse del agobio no es cuestión de huir a los himalayas, es cuestión de centrar tres dones otorgados; alma, mente y cuerpo, a ello llamo estar centrada en la vida. Cuando se logra el equilibrio, hagas lo que hagas, logras la serenidad.
Desconozco de que esta hecho mi espíritu pero cuando un pendiente se pone frente a mí, así sea del tamaño del Everest, lo escalo lenta, muy lentamente, centrada, hasta lograr tocar su cúspide. Así evapore el agobio, ese mi secreto de sanación, no pospongo me pongo a trabajar apasionadamente. 

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