Llego para quedarse...

Cuando Dios llego para quedarse deje de mirar al cielo. El logro me exigió un inmenso trabajo emocional y lo logre gracias a una búsqueda incesante, a la capacidad cerebral que continuo reconstituyendo y a la bendita  confianza que habita a este Ser. Tiempo atrás miraba como loquita al cielo esperando que algo divino sucediera o que por aras del destino permaneciera entre nubes, en este instante que lo escribo aun me rió de tal incredulidad. Sin embargo tal incredulidad tiene una excelente paradoja;  tontería y sabiduría.  Llegar a ser tan tonta me llena de una tremenda sabiduría, gracias a ello llegue a tocarlo y que bien se siente sentirlo.
Me inicie a buscarlo en las alturas y  esta mente sí que era tonta pues EL no estaba en la alturas estaba justo aquí, dentro de mi. En la tierra caminando entre espíritus y almas impregnadas de virtudes y no es que sea yo  un dechado de virtudes para nada, por el contrario en más de una vez he afirmado que poseo basura ancestral pero como dijo sabiamente Jesús; quien esté libre de pecado que tire la primera piedra en fin... Tengo infinidad de pendientes y el pendiente  más urgente soy yo. Sí, soy yo... así que me doy a la tarea  de continuar con la purificación interior iniciada hace un buen tiempo. Así fue como EL llego para quedarse y nuestro encuentro me tiene tintineando permanentemente bajo una magnifica vibración silenciosa aquí adentro. Una vibración que irradia energía y serenidad cual luz que va alumbrando cada paso que doy. Es como si me integrara en una unidad radiante y colorida capaz de centellear bárbaramente, el solo escribirlo me lleva a sentirlo nuevamente.
Ya no miro a las alturas para encontrarme con El miro mis adentros para perderme en la vasta obscuridad que me habita y que va alumbrándose tenue y gradualmente a medida que me que integro paciente y solemnemente.  
Deje de mirar al cielo para buscarlo cuando sentí que aquí adentro algo me urgía darle la bienvenida.
Deje de mirar al cielo cuando concentre toda la energía que venía derrochando por el exterior.
Deje de mirar al cielo cuando apacigüe la mente entonces... El entro

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